Pues sí, tal y como reza el
título, os confieso que no soy perfecta, que no soy una chica 10. Soy un poco
desordenada, y como todos los seres humanos, también practico el verbo procastinar.
Me propongo objetivos que después no cumplo, y entonces cuando eso sucede, se
despierta en mí, ese maravilloso sentimiento llamado CULPA.
Así que lo dicho, no soy perfecta,
y lo digo en ALTO, y lo escribo en mayúsculas: NO SOY PERFECTA
Antes de empezar este blog, dude
mucho. ¿Y de qué escribo? ¿y si lo que escribo es más de psicología que Coaching?
¿Y si se me acaban las ideas? ¿Y si un día me despierto y no tengo más post que
ofrecer?, y era así como iban pasando los días y las semanas, y no hacía nada.
Sólo pensar y marear mis pensamientos.
Hasta que un día me dije: ¿Qué es
lo peor que puede pasar? Nada. Si la gente no me lee, no pasa nada. Si me quedo
sin ideas, y sin letras, no pasa nada. Así que… ¡Adelante!
Mi objetivo era y es claro:
ayudar a la gente en este espacio, invitar a la reflexión, y a la par, darme a
conocer, porque a finales de Marzo, mi intención es irme a Madrid, y montar mi
despacho de Coaching.
Y aquí estoy, escribiéndote y
dando mis primeros pasos, sin saber lo que pasará en el futuro, pero
disfrutando del AQUÍ y del AHORA.
Así que….
Si tienes un objetivo, un plan
vital, un sueño, algo suuuuuperimportante para ti, no esperes a que llegue el
momento perfecto, porque no llegará. No abandones tu sueño esperando el momento
ideal para conseguirlo, o para realizarlo. Empieza ¡YA!
Da HOY el primer paso
Porque el perfeccionismo nos
bloquea, nos impide seguir adelante, y es más común y habitual de lo que nos
pensamos.
Cuando detectemos una emoción
desagradable que nos impide dar un paso más a nuestros objetivos, es
conveniente analizar nuestra tendencia a querer ser perfectos. (O quizás sea
miedo, pero de esto hablaremos en otro post)
El ejemplo más corriente son las
dudas, ¿has dejado de tomar una decisión porque no te quitabas las dudas? ¿Te
decías: “Y si me equivoco en esta decisión, sería terrible, me arrepentiré toda
la vida”.
Otra excusa, también bastante
habitual, es nuestro estado de ánimo. Cuando, a veces, despertamos y nos
decimos, “uy, hoy me he levantado con el ánimo cabizbajo. Empiezo mañana, que
así estaré al 100x100”.
En realidad, eso es otra manera
de huir, el perfeccionismo en estado puro. Es mucho mejor ponerte en la tarea,
a construir tu sueño, aunque sólo vayas a poner dos ladrillitos, pero estarás
contribuyendo a crearlo. ¡Y mañana si estás al 100x100, podrás poner más
ladrillos a tu sueño!
Los grandes logros, se consiguen
poco a poco, paso a paso, y si no….
Preguntárselo a la tortuga:
En el mundo de los animales vivía una liebre muy
orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso,
constantemente se reía de la lenta tortuga.
-¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no
corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -decía la liebre riéndose
de la tortuga.
Un día, conversando entre ellas, a la
tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre.
-Estoy segura de poder ganarte una
carrera -le dijo.
-¿A mí? -preguntó, asombrada, la liebre.
-Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta
en aquella piedra y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy divertida, aceptó.
Todos los animales se reunieron para
presenciar la carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez
estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos.
Confiada en su ligereza, la liebre dejó
partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para
ganarle a tan lerda criatura!
Luego, empezó a correr, corría veloz como
el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida,
la liebre se adelantó muchísimo.Se detuvo al lado del camino y se sentó a
descansar.
Cuando la tortuga pasó por su lado, la
liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y
nuevamente emprendió su veloz marcha.
Varias veces repitió lo mismo, pero, a
pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su
velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida.
Mientras tanto, pasito a pasito, y tan
ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la
liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde,
la tortuga había ganado la carrera.
Aquel día fue muy triste para la liebre y
aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que burlarse jamás de los
demás. También de esto debemos aprender que la pereza y el exceso de confianza
pueden hacernos no alcanzar nuestros objetivos.
¡FELIZ DOMINGO!
te entiendo! a mi me pasa también, mi peor miedo es "el que dirán", también estoy con un proyecto y me asaltan las dudas, pero se que si no lo hago ahora, nunca habrá un momento mejor! adelante guapa!!! somos perfectas a nuestra manera!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Fantástico post! Me ha encantado.
ResponderEliminarPor miedo a hacer grandes pasos a veces dejamos de hacer los pequeños, que son los que permiten hacer los primeros.
… y desde hoy mismo me declaro oficialmente amante de los pequeños pasos!!
Construyen confianza en cada paso y reafirman la visión en cada avance.
¡Gracias Judit!
Gisèle